Re: [Fanfic] Pokémon - Damaged Info
Publicado: 02 Sep 2017, 11:39
por Malfuin
PARTE VI – GIMNASIO DE CAMPOLARGO
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- Campolargo era la capital de Alvesta, y eso se notaba. A mucha distancia de la ciudad, Broza y Preem veían la silueta de los altos edificios que sobresalían más allá de las colinas. También se apreciaba por la cantidad de entrenadores que había a las afueras, buscando Pokémon y luchando entre ellos. Varios desafiaron a Broza, pero bajo la excusa de tener que curar a su equipo, ella pasaba de largo.
Cuando estuvo entre los primeros edificios y tiendas, la joven se sintió calmada al fin. El combate con Hariyama la había alterado notablemente. Había estado a punto de morir, y había actuado como si no le importara, sabiendo sus impulsos. Era un milagro que el Pokémon dañado no la hubiera hecho pedazos.
Pero había llegado a un entendimiento con Hariyama. Suponía que el riesgo había valido la pena. Se dirigió directamente hacia el Centro Pokémon, pero alguien la llamó desde un parquecillo que había justo antes de llegar.
—¡Eh, Broza! ¡Aquí!
La joven se giró, reaccionando con naturalidad y buscando a quien había dicho su nombre. Entonces se quedó de piedra, al recordar que iba disfrazada, que sólo debía responder al apodo Alex. Pero ya era tarde, no podía hacerse la loca. La habían localizado.
Entonces vio a Espino sentado en un banco de madera, con Cubchoo junto a él. Se acercó rápidamente.
—Menudo cambio de look —dijo Espino, alegremente—. Casi pareces un chico.
—¡Se suponía que debía parecer un chico! —musitó Broza—. Y no levantes la voz.
—Entonces, ¿es cierto? —Espino sonrió—. ¿Sintetizaban drogas en el Gimnasio Pokémon? ¿Y tú salvaste a los Pokémon tipo planta? Me dejas helado —dijo, en tono jocoso—. Perdón por el chiste malo.
—¿Qué haces aquí? —Broza se sentó junto a él en el banco. Preem se quedó de pie, a cierta distancia—. Creí que ya tenías la medalla de Campolargo.
—Sí, y también he obtenido la de Puenteviejo —sonrió alegremente—. Ya ves que tampoco pierdo el tiempo. Ahora planeo seguir la costa hacia el norte y conseguir las cuatro que me faltan, pero ya que pasaba por aquí de todos modos, he preferido esperarte.
—¿Y eso por qué? —preguntó Broza, suspicaz.
—Sé lo que estás haciendo —dijo Espino, bajando la voz—. No sólo lo de acabar con las drogas, sino ese asunto de los servidores. Estoy seguro de que has sido tú... Y quiero que sepas que, aunque no estoy de acuerdo del todo con lo que haces, entiendo tus razones. Yo ya he liberado a los Pokémon que tenía en las cajas por puro coleccionismo. No sé por qué lo hacía... simplemente es lo que hace todo el mundo —se metió la mano en el bolsillo y se sacó un papel doblado y arrugado—. Aquí tienes mi número. Si te metes en líos, llámame. No prometo nada, pero intentaré ayudarte —se puso en pie—. Y ahora tengo que ponerme en marcha. Te retaría a un combate, pero creo que todavía tienes que pasar por el Centro Pokémon... —sonrió—. El pelo corto te sienta muy bien, por cierto. ¿Nos vemos en la Calle Victoria?
—Eh... claro —dijo Broza, aturdida—. Gracias...
—¡Pues hasta la próxima! —Espino cogió en brazos a Cubchoo y se marchó andando deprisa. Broza observó de reojo cómo se alejaba.
—¡Espino utilizó Atracción! —dijo Preem, divertido, sentándose a su lado—. ¡Es muy eficaz!
Broza se giró hacia él, enfadada.
—¿Por qué no ha funcionado el disfraz? —exigió saber—. ¡Pensé que usabas tu poder psíquico para que la gente no se percatara de quién soy!
—No es eso lo que dije, dije que aumentaría la predisposición de las personas para ver lo que esperan ver —explicó Kadabra—. Pero parece que Espino realmente esperaba verte a ti. Por eso no ha funcionado. Era sincero en lo que ha dicho, por cierto. Te ayudará si se lo pides.
—Oh... —Broza contuvo una sonrisa—. Bueno, no sé qué hacemos aquí sentados. Vamos al Centro Pokémon.
Una vez que sus Pokémon estuvieron recuperados, Broza se dirigió al gimnasio.
—¿Ves ese enorme estadio de allí? —preguntó la chica a Kadabra, señalando un gigantesco edificio ovalado—. Hace muchos años, hubo un Mundial de Pokéathlon en Campolargo. El recinto se construyó expresamente. Fue un gran honor para la región —sonrió melancólicamente—. Últimamente parece que sólo Kanto importa. Supongo que por culpa de Rojo.
—Rojo es un gran hombre —dijo Preem, muy serio—. Nadie ha hecho tanto por los Pokémon en tan poco tiempo, y además es un genio. Mientras estaba atrapado en la Caja, cuando obtuve mi poder y pude ver a través de las redes de datos, conocí al Porygon de Rojo. Yo puedo navegar con la mente, pero él se sumerge físicamente en la red. Me enseñó mucho, sobre la historia de Rojo y sobre otros asuntos...
—¿Así fue como descubriste el origen de MissingNo? —preguntó Broza, en voz muy baja.
—Exacto, Porygon me lo contó todo. También escribió el programa base que utilicé para detenerle. Como nacieron en el mismo sistema, se siente responsable.
—Ahora lo entiendo un poco mejor —asintió Broza.
—Sin las cosas que me enseñó Porygon, tal vez nunca habría dado contigo... —Preem se interrumpió—. Pero perdona, me estabas hablanfdo del estadio.
—No hay mucho más que contar —repuso Broza—. El Mundial acabó. El edificio está muy viejo y no hay planes de restaurarlo. Hoy en día se usa principalmente para combates de exhibición y para el equipo local de Pokéathlon. El gimnasio está detrás, en un palacete que no pega nada con las estructuras que lo rodean.
No tardaron en verlo. Un imponente edificio recubierto de losas negras y relucientes, con contraventanas y rejas blancas, y lazos rosados en las ventanas. Parecía cualquier cosa menos un Gimnasio Pokémon.
—¿Qué tipos se utilizan aquí? —preguntó Kadabra, práctico.
—Zalasta, el líder del gimnasio, es un experto en los Pokémon de tipo normal y hada —explicó Broza, y suspiró—. Esperas que me enfrente a él, ¿verdad?
—Si le noqueamos, tu identidad como Alex quedará comprometida y tendríamos que fabricarte otra —explicó Kadabra—. Veamos si somos capaces de llegar a la sala de servidores sin ser descubiertos... Por el momento, voy a entrar en mi Super Ball. Seguramente estarán buscando a una chica con un Kadabra inusual. No les ayudemos a atar cabos.
En la entrada del Gimnasio Pokémon había unos hombres trajeados y con gafas de sol. Uno de ellos se sacó un aparato del bolsillo y apuntó con él a Broza en cuanto se acercó.
—Así que eres Alex de Ciudad Plateada... —dijo uno de ellos—. Está bien, puedes pasar. Suerte ahí dentro.
—Gracias —dijo Broza, tratando de evitar que se le notara la voz de chica.
Las puertas se abrieron y se encontró con una especie de inmenso salón de baile. La habitación estaba sostenida por columnas, adornadas de nuevo por lazos rosas, y el suelo era dorado. Sonaba música clásica, y algunas personas bailaban aquí y allá. Aquello era muy raro.
Broza dio la vuelta a la habitación lentamente y se fijó en un ascensor que había en el lateral. ¿Llevaría a la sala de servidores? Se acercó despacio, procurando que nadie se fijara en él, y extendió los dedos para pulsar el botón discretamente.
La puerta se abrió antes de que llegara a tocarlo y Broza retrocedió, sobresaltada.
—¡Ah, aquí estás, chico! —el hombre que salió del ascensor tenía un aire extraño. Parecía bastante enérgico, e iba vestido con una túnica blanca y poco más. Debía rondar los cuarenta años—. Me informaron de que tenía un aspirante —el desconocido sonrió—. Bien, bien, yo soy Zalasta. ¿Alguien te dijo que estaba arriba? Será mejor que no subas. No pareces lo bastante mayor para eso —soltó una risotada—. Los combates los realizamos aquí abajo. Sígueme.
Sin otra opción que seguirle el juego, Broza le siguió hasta una habitación adjunta de menor tamaño, pero que también parecía una sala de baile. En cuanto entraron, la música oficial de los combates contra líderes comenzó a sonar en el techo. Zalasta cruzó rápidamente la sala, retiró un panel oculto en la pared del otro extremo y sacó un estuche con tres Pokéball. Se giró teatralmente.
—¡Soy Zalasta, líder del Gimnasio de Campo Largo! —exclamó—. ¡El tipo hada y el tipo normal tienen muchas cosas en común! ¡En el pasado, muchos Pokémon de tipo hada fueron catalogados como normales erróneamente! ¡Eso demuestra que la magia y lo cotidiano pueden entrelazarse perfectamente! ¡Eso es lo que debes aprender en este gimnasio! ¡Marill, adelante!
Un pequeño ratón de agua con orejas redondeadas apareció delante de él. Broza sonrió: aquello sabía manejarlo.
—¡Tangela, confío en ti! —dijo, lanzando la Pokéball—. ¡Utiliza Megaaagotar!
Las enredaderas atraparon a Marill y lo debilitaron rápidamente. Zalasta hizo volver a su Pokémon y silbó.
—Veamos si puedo contrarrestar eso... —tenía una Pokéball en cada mano y parecía pensativo. De repente, lanzó una—. ¡A por él, Mawile! ¡Cabeza de hierro!
Mawile apareció en el centro de la sala de baile, girando sobre sí misma, y golpeó duramente a Tangela con su cabeza dentada. Tangela fue derribada y rodó por el suelo, con sus tentáculos muy dañados. Hizo el intento de volver a incorporarse, pero finalmente cayó al suelo y se quedó allí, con las enredaderas retorciéndose levemente.
—¡Lo has hecho bien, Tangela! ¡Vuelve! —Broza entrecerró los ojos. No estaba familiarizada con Mawile, pero por el nombre del ataque, debía ser tipo acero, ¿verdad? Sin embargo, si lo estaba usando Zalasta, también seria tipo hada... Iba a resistir casi cualquier ataque de Preem y Clefable. Tragó saliva. Sólo le quedaba una opción, pero no le gustaba—. ¡Hariyama, procura contenerte!
Lanzó la Pokéball y Hariyama se materializó. Dentro de un edificio parecía todavía más inmenso.
—¿Q-qué demonios...? —Zalasta retrocedió—. ¿Eso es un Hariyama?
—Hariyama, Forma Glitch —Broza trató de poner una sonrisa inocente—. Lo capturé de camino hacia aquí. Las Formas Glitch no están prohibidas, ¿verdad?
—Supongo que no... —Zalasta se encogió de hombros—. Un Pokémon es un Pokémon. ¡Mawile, Carantoña!
El Mawile de Zalasta se lanzó valientemente contra el enorme Hariyama y comenzó a golpearle, saltando encima de él y pegándole por todos lados; parecía estar pasándoselo en grande.
—¡Hariyama, eh...! —Broza recordó que no se había acordado de aprenderse los movimientos de su nuevo Pokémon—. ¡Mierda! ¡Quítatelo de encima!
Hariyama golpeó con la palma de la mano a Mawile y lo mandó rodando por el suelo. El Pokémon enemigo se intentó levantar, pero Hariyama volvió a empujarle, sin hacerle demasiado daño pero enviándole lejos. Le siguió golpeando hasta acorralarle contra una de las columnas.
—¡Mawile, no te dejes avasallar! ¡Viento feérico! —exclamó Zalasta. El Pokémon saltó a un lado y volvió a girar sobre sí mismo, como si bailara. Un torbellino se formó en la habitación, y el aire estuvo a punto de mandar por los aires la gorra de Broza.
Los golpes de viento hacían retroceder a Hariyama, para sorpresa de su entrenadora. Cerró un ojo, agarrando la gorra por la visera, y descubrió que le costaba concentrarse. Había un olor extraño en aquel viento, le costaba ver a través de él... Como si se marease...
—¡Un golpecito más! —exclamó Broza a Hariyama—. ¡Noquéalo! ¡Tú puedes!
Hariyama saltó al torbellino y lanzó un golpe en horizontal con una de sus manazas. Mawile perdió el equilibrio, giró en el aire grácilmente y se estampó de cara contra el suelo. Comenzó a llorar y corrió rápidamente tras Zalasta.
—Está bien, está bien —Zalasta lo devolvió a la Pokéball—. Este es mi último Pokémon, pero no creas que te lo voy a poner fácil. ¡Wigglytuff, Voz cautivadora!
Una especie de enorme conejo de peluche apareció en el centro de la pista. Antes de que Hariyama pudiera reaccionar, comenzó a cantar y el enorme Pokémon no pudo hacer más que tratar de llevarse las manos a la cabeza. Era como si aquel sonido destruyese su espíritu combativo. Finalmente, el Pokémon de tipo lucha cayó de espaldas, incapaz de seguir moviéndose.
—Vale... —Broza sonrió—. No imaginaba que los bichos monos fueran tu punto débil, Hariyama. Pero lo has hecho muy bien, ¡vuelve!
El enorme Pokémon regresó al bolsillo de Broza, que miró las dos Pokéball que le quedaban, sopesando opciones.
—¡Preem, cuidado con este! —advirtió la chica, y el Kadabra apareció frente a Wigglytuff. Levantó su cuchara en actitud defensiva.
—¡Wigglytuff, Canto! —comandó Zalasta.
La canción de Wigglytuff era un poco distinta a la de Clefable, pero Broza creyó reconocer notas similares. Sacudió la cabeza con fuerza, tratando de mantenerse espabilada. Kadabra no pudo hacer lo mismo: se tambaleó contra su voluntad y acabó cayendo de espaldas, roncando.
En el mismo momento en que Kadabra se dormía, Wigglytuff también se desplomó, frotándose los ojos, y comenzó a respirar despacio.
—¿Qué...? —Zalasta miró a uno y a otro—. ¡Ah, malditos trucos mentales!
—No sé muy bien lo que has hecho, Preem, pero de acuerdo —Broza le devolvió a la Pokéball—. ¡Clefable, Espabila a ese peluche!
Clefable saltó sobre Wigglytuff y le soltó un buen mamporro.
—¡Aaaah, un ejemplar espléndido! —Zalasta miró al Clefable de Broza con ojos brillantes y caminó hacia él—. ¿Está en venta? ¿Querrías intercambiarlo? ¡Es magnífico!
Clefable se olvidó de Wigglytuff y miró aterrorizado a aquel humano que se le acercaba con expresión codiciosa. Quizá sintiendo celos, o simplemente aprovechando la ocasión, el Wigglytuff se lanzó hacia él y comenzó a darle bofetones.
Clefable tardó un momento en reaccionar, pero cuando lo hizo, pegó bien fuerte. Los dos adorables Pokémon se golpeaban sin piedad el uno al otro, sin dar tiempo a sus respectivos entrenadores a intervenir, dejándose la cara primero roja y luego morada a base de bofetones.
Y entonces, ambos Pokémon se quedaron inmóviles, se sonrieron y se desplomaron simultáneamente.
—Vaya... —Zalasta echó a reír—. ¡Eso ha sido intenso! Pero aquí tienes, la Medalla Feericotidiana —se sacó una especie de pin de un estuche y se lo entregó a Broza.
—Pero... ¡Si se han desplomado a la vez! —exclamó ella.
—Sí, pero tu Kadabra sólo está dormido —explicó Zalasta—. Sería cuestión de tiempo que despertara y siguiera luchando, así que has ganado. Permíteme entregarte también la MT20, que contiene Velo sagrado. Este movimiento protegerá a tu Pokémon de efectos secundarios como la parálisis, el veneno o el sueño. Ojalá lo hubiera utilizado yo —rió, y dio unos golpes a Broza en el hombro—. Ha sido un buen combate, Alex. Y ahora, si me disculpas... estoy un poco ocupado.
Zalasta se marchó por donde había venido. Habiéndose quedado a solas en la habitación, Broza volvió a sacar a Preem de la Super Ball y lo zarandeó, sosteniéndolo por los hombros.
—Preem... Despierta... ¡Despierta!
—¿Qué...? —Kadabra abrió los ojos—. ¿Qué ha...? Oh, ¿has ganado? Enhorabuena.
—He ganado, sí —Broza le soltó—. ¿Ves alguna entrada por aquí a la sala de servidores?
Preem miró a su alrededor.
—No... No parece que haya nada.
—¿Verdad? Antes he visto un ascensor en la sala de baile. Vamos a probar por ahí —la chica hizo una señal con la mano—. Espero que nadie se fije en nosotros. ¡Vamos!
Cruzaron el salón de baile, que estaba bastante más vacío que antes, y se detuvieron junto al ascensor. En cuanto pulsaron el botón, la puerta se abrió. Entraron y buscaron el panel con el que indicar la planta, pero no lo había. En su lugar, el ascensor se cerró automáticamente y comenzó a subir sin que ellos hicieran nada.
—¡Preem! —exclamó Broza, asustándose.
—Calma —aconsejó él—. Veamos a donde nos lleva.
La puerta se abrió y se encontraron en lo que parecía la recepción de un lujoso hotel. Pero había algo raro: la luz era demasiado tenue y lo bañaba todo con un brillo rosáceo. Olía raro.
De detrás del mostrador, un hombre gordo y con bigote se acercó rápidamente.
—¡Oh, bienvenido, señor! —exclamó—. ¡Le estábamos esperando! Sígame, le hemos reservado una habitación privada...
—¿Señor? —preguntó Broza, perpleja, pero Kadabra le pellizcó—. Eeeeh... ¡sí, claro!
Echó a caminar por el pasillo detrás del señor con bigote. El sitio era muy elegante, pero había algo que le perturbaba. La música que sonaba, suave y repetitiva, la hacía sentir nerviosa. Casi se detuvo en seco cuando le pareció oír gritos en la lejanía. En el anterior Gimnasio había descubierto un laboratorio de drogas. ¿Qué iba a encontrar aquí, una sala de torturas?
—Me está costando bastante mantener tranquilo a este tío, así que no hagas nada sospechoso —dijo Kadabra—. Él esperaba a un hombre adulto, no a un niño, y eso es lo que está viendo... Pero en cualquier momento podría descubrirte. Mantente alerta.
Broza asintió.
—¿Es su primera visita a nuestro local, señor? —preguntó el hombre.
—Eh... Sí —admitió Broza.
—Bien, en ese caso, déjeme explicarle el funcionamiento —el hombre se giró hacia ella y sonrió—. Nuestros servicios son muy distintos a los de la competencia, enseguida lo descubrirá.
Broza se fijó en que había varios Pokémon gelatinosos tirados por el suelo. ¿Ditto? Se sorprendió todavía más cuando el guía recogió uno, como si fuera una bolsa, y abrió la puerta de una habitación.
Era totalmente como la de un hotel. Una enorme cama doble ocupaba el centro de la habitación, y también había una mesa y un mueble bar. No tenía ventanas.
—Verá, será Ditto quien le haga compañía esta noche —el hombre del bigote sonrió y lanzó a Ditto sobre la cama—. Veamos... ¿qué le apetecería probar? Podría disfrutar de una placentera sesión con Camila, es una opción muy popular.
El Ditto se transformó al instante en una mujer alta y rubia, completamente desnuda, que sonrió sugerentemente y se acarició el pecho.
Broza retrocedió, horrorizada. Acababa de comprender de golpe en qué clase de local estaba.
—¿No le interesa? —el hombre gordo pareció sorprendido—. Oh, puede que sus gustos vayan por otro lado. ¿Qué tal le parecería pasar una velada en brazos de Azul? Suele satisfacer mucho a la gente de sus preferencias —Camila se convirtió en un hombre alto con el cabello de punta, que seguía sin llevar ni un ápice de ropa. Broza no pudo evitarlo, se puso como un tomate al verla—. ¡Veo que hemos acertado! —exclamó el hombre gordo, complacido, y poniéndole la mano en la espalda la empujó hacia la cama.
—¡No! —chilló Broza, parándose en seco.
—Vaya, ¿no es esto lo que buscaba? —el hombre gordo entrecerró los ojos—. Oh, ya sé. Señor, haberlo dicho desde el principio, usted ha venido a por una clase de disfrute... diferente. ¿Qué tal Gardevoir?
Azul se convirtió en un Pokémon elegante y comenzó a levantarse aquella especie de vestido que llevaba.
—¿¡Qué!? —Broza se alejó rápidamente de la cama—. ¿¡Está mal de la cabeza!?
—Broza —advirtió Kadabra—. Estás haciendo saltar todas sus alarmas. Si no estuviera usando Confusión contra él, ya te habría...
—Bueno, bueno, tenemos un público exigente —sonrió el hombre del bigote—. ¿Qué le parece si le ofrezco una experiencia completamente única? ¿Ha imaginado alguna vez cómo sería tener sexo... con usted mismo? —hizo un gesto a Ditto, y el Pokémon se desvaneció.
Gardevoir desapareció de encima de la cama, reemplazada por una versión de Broza completamente desnuda. Por mucho que tuviera el pelo corto, no quedaba la menor duda de que era una chica.
El tipo del bigote miró a Ditto, miró a Broza y volvió a fijar la vista en Ditto.
—¿Pero qué dem...? —se oyó un crujido y el cuello del tipo se retorció hasta lo imposible. Broza le observó desplomarse pesadamente. Ditto, todavía con un cuerpo idéntico al suyo, lanzó un pequeño chillido de horror.
—¿Está muerto? —preguntó la chica con frialdad.
—Sí —admitió Preem.
—Bien —Broza se volvió hacia la cama—. En cuanto a ti... Vuelve a ser Ditto, ahora mismo. Si alguna vez decides convertirte en mí de nuevo, volveré y te echaré en la licuadora. ¿Lo has entendido?
El Pokémon con la apariencia de Broza asintió, asustado, y volvió a convertirse en una especie de gelatina. La chica se sentó al borde de la cama y se miró las manos. Le temblaban.
—Broza...
—¡Maldita sea, Preem! —exclamó ella—. ¡Zalasta parecía un buen tipo! ¡Creía que lo era! ¿¡Cómo puede haber convertido su gimnasio en esta asquerosidad!? ¡Ya estamos como la otra vez! Ahora no sólo tengo que entrar en los servidores, también tengo que sacar de aquí a un montón de Ditto.
—No, Broza —Preem negó con la cabeza—. No vas a sacarlos de aquí. Esta vez no.
—Pero... ¡Pero si los están prostituyendo! —chilló Broza—. ¡Ya lo has visto! ¡Esto es mucho peor que cualquier clase de maltrato! ¡Además de estar violando la intimidad de las personas en las que se transforman! ¡Y no hablemos del tema de la Pokéfilia! Es lo más repugnante que...
—Escucha, yo leo las mentes —Preem trataba de sonar sosegado—. Estoy de acuerdo en que este lugar es un horror, pero al menos esta vez los Ditto no están sufriendo. Aunque pueden reproducirse con los Pokémon a los que imitan, son básicamente asexuales. Cuando alguien mantiene relaciones sexuales con ellos, en realidad no sienten nada en absoluto, salvo cierto aburrimiento. Además, sus mentes son tremendamente simples. Estos Ditto son felices, lo serán mientras les den de comer.
—¿Entonces te parece bien que este sitio esté abierto? —Broza le miró con incredulidad.
—¡Por supuesto que no! Es indignante, pero no es tan urgente como lo del Gimnasio de Montepino, y nos arriesgaremos demasiado si intentamos salvarlos a todos. Hay otros clientes en las habitaciones. También un cadáver. Es demasiado peligroso. Tienes que dejarlo estar y llegar hasta los servidores. Es tu auténtico objetivo —Kadabra suspiró—. Recuerda que la policía vendrá a investigar de todos modos, en cuanto liberes a los Pokémon del servidor. Haz algunas fotos con el móvil de cómo funciona este sitio, de como Ditto se transforma, y súbelas a la red. Eso hará que los inspectores investiguen con más ganas.
Broza acabó haciendo justo eso. Tomó algunas fotos bastante pornográficas en las habitaciones que estaban siendo utilizadas y también se aseguró de que se notara que estaba dentro del edificio del Gimnasio. Mientras tanto, Kadabra buscaba un modo de llegar a la sala de servidores. Finalmente lo encontró.
—El ascensor está programado para controlarse con una aplicación del móvil. Sólo te llevará al sótano o a la segunda planta si utilizas el móvil para indicárselo... Pero por suerte, yo puedo ordenárselo con la mente. Va a ser más fácil de lo que pensaba.
—Pues salgamos de aquí de una vez —Broza miró con disgusto el pasillo lleno de Ditto sonrientes—. Este lugar me da arcadas.
Bajaron en el ascensor. Aquella sala de servidores era cuatro veces más grande que las otras que Broza había visto, pero su distribución era muy parecida. Sacó el ordenador portátil de la mochila, lo conectó a la clavija de la pared y se giró para mirar a Kadabra.
—Todo listo —dijo él, en su mente—. Hora de trabajar.